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León XIV podría confrontar con Trump y le pondría límites a los populismos de derecha
La elección del estadounidense Robert Prevost como nuevo papa refuerza la línea progresista iniciada por Francisco. Cuál será el eje del enfrentamiento con el presidente de EEUU.

Parecía imposible que un norteamericano llegara a ser papa. En la Iglesia católica se decía que sería caer poco menos que bajo las garras del imperio americano, con la CIA incluida. Pero, al final, ocurrió. Robert Prevost, oriundo de Chicago, se convirtió este jueves en el pontífice número 267 con el nombre de León XIV.
Otros usos y costumbres, como también prejuicios, ya habían caído en las últimas décadas, como la nacionalidad italiana de los papas, porque en los últimos siglos siempre fue así y había que respetar la tradición, tras la elección, en 1978, de un polaco: Karol Wojtyla, que pasó a llamarse Juan Pablo II.
También los cardenales se animaron, en 2013, a elegir a un jesuita como Jorge Bergoglio, pese a los roces que en el pasado tuvo la vigorosa y progresista orden fundada por san Ignacio de Loyola con el Vaticano, al punto que un papa llegó a suprimirla, aunque otro prontamente la repuso.
Sus elecciones, sin embargo, sucedieron de la mano de estrategias que el paso del tiempo develó con claridad. Juan Pablo II se convirtió en el pontífice que le devolvería la voz a la llamada “Iglesia del silencio”, la de los países detrás de la “cortina de hierro”.
No sólo les devolvería la voz a los católicos sojuzgados por el comunismo, sino que, en alianza con los Estados Unidos, se convertiría en la punta de lanza —con el movimiento sindical en Polonia a la cabeza— del desmembramiento del imperio soviético.
Francisco sería el papa que se acercaría a los sectores más desfavorecidos, en medio del proselitismo de otras religiones y el avance de la increencia. Pero también el pontífice que abrió las puertas de la Iglesia de par en par, en línea con la sensibilidad moderna.
¿Y qué implica la elección de Robert Prevost? En principio, hay que decir que este pontífice, que nació en Chicago hace 68 años, vivió 18 años en Perú —primero misionando y luego al frente de una diócesis muy pobre— y que pertenece a la congregación de los agustinos, sigue la línea de Francisco.
Coincide con su antecesor en varias cuestiones de avanzada en materia eclesial, como la posibilidad de que los católicos divorciados en nueva unión puedan comulgar. Al igual que, en el plano social, en la defensa de los migrantes y el cuidado del medioambiente.

Además, valora el llamado “camino sinodal” que puso en marcha Francisco en pos de una Iglesia más abierta y participativa, que es duramente criticado por los sectores más conservadores, por considerar que está horizontalizando a una institución que, por naturaleza, es vertical.
El hecho de que haya tomado el nombre de León XIV remite a León XIII, que a fines del siglo XIX inició la Doctrina Social de la Iglesia con la encíclica Rerum Novarum, en la que denunciaba la explotación de los pobres, pero rechazaba enfáticamente el socialismo.
Ello es coherente con su pasado en Perú, donde estuvo muy cerca de los creyentes y migrantes antes de ser llamado por Francisco a Roma en 2023 para estar al frente de la congregación que se ocupa de la selección de los futuros obispos y ser creado cardenal.
Su perfil, en sintonía con Francisco, lleva a concluir que su elección no parece una buena noticia para los sectores más conservadores de la Iglesia de los Estados Unidos, que constituían el principal frente opositor al pontificado de Jorge Bergoglio.
También la oposición partía de los ámbitos políticos, especialmente republicanos. El jefe de la primera campaña presidencial de Donald Trump, Steve Bannon, llegó a crear un instituto con sede cerca de Roma para formar a políticos en posiciones contrarias a las de Francisco.
Con León XIV, los sectores más conservadores norteamericanos no tendrán que confrontar con un pontífice que minusvaloraron como Francisco, al que consideraban un típico latinoamericano lleno de prejuicios hacia los norteamericanos y despreciativo del aporte del capitalismo al desarrollo de la humanidad.
A partir de ahora, tendrán enfrente a un papa de su mismo origen que les hablará en su mismo idioma —dicho esto más allá de una cuestión idiomática—, al que no podrán acusar de tener prejuicios antinorteamericanos y anticapitalistas. Los argumentos que usaban para descalificar ya no les servirán.
¿Y cuál sería el primer cuestionamiento de León XIV que puede surgir en el plano político? Sin lugar a dudas, la crítica a la política de deportación masiva de inmigrantes que lleva adelante el presidente Donald Trump, luego de haberla convertido en uno de los estandartes de su campaña.
Cabe recordar que el primer roce entre Francisco y Trump fue por la idea del magnate, que lanzó en la primera campaña presidencial, de extender el muro en la frontera con México, a lo que el papa argentino replicó diciendo: “No es de cristiano levantar muros, sino construir puentes”.

¿Qué actitud tomará Trump cuando León XIV cuestione esa política? Es cierto que el magnate no se caracteriza por amilanarse ante las críticas y hasta suele doblar la apuesta, pero el nuevo papa seguramente se convertirá en una voz particularmente incómoda para él.
No obstante, la experiencia internacional de Prevost desempeñándose a nivel mundial en la congregación de los agustinos, más su temperamento, le otorgarían la habilidad como para saber en qué momento criticar y en qué momento callar, dicen quienes lo conocen.
Por lo demás, es curioso que Prevost sea algo así como un “contra migrante” porque, en vez de ser un latinoamericano que se fue a probar suerte a los Estados Unidos, es un norteamericano que se radicó en Latinoamérica, si bien llevado por sus funciones religiosas.
También llama la atención que, en su primer mensaje desde el balcón de la basílica de San Pedro, pronunciado en español, haya tenido unas palabras para saludar a los fieles de su antigua diócesis peruana y ninguna en inglés para saludar a sus compatriotas.
En medio de una ola mundial conservadora, liderada por los Estados Unidos, la elección de un norteamericano con ideas contrapuestas no parece casual. Se dirá con razón que no solo por eso, sino por sus condiciones religiosas. Pero evidentemente se inscribe en una estrategia.
Y así como León XIII buscó estrechar lazos y fomentar la presencia católica en los Estados Unidos, León XIV tiene una tarea acaso más ardua y terrenal: poner límites a una concepción cruel de la política, encarnada esta vez por populismos de derecha.
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