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La siempre vigente magia del circo

Sólo 54 circos quedan en el país. Sin animales volvieron a sus raíces y son espectáculos de varieté. El Cirqué XXI ganó la Estrella de Mar en Mar del Plata, y festivales de circo de Chile y Argentina.

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MARIO VEGA

Los operarios se movían ágiles y precisos… colocaban plateas, acarreaban sillas, tiraban cables, armaban aparejos, acomodaban todo para que el “escenario 360” quedara impecable para la función inaugural en el regreso a la ciudad. Todo debía lucir de la mejor manera al momento en que las luces iluminaran la pista para dar paso al mágico mundo del circo.

Es imposible para los que tenemos algunos años olvidar cuando a aquella Santa Rosa –mucho más pequeña claro–, llegaban las fantásticas carpas de los circos “Búfalo Bill”, o el de “Los hermanos Villalba”, en esos días en que en el cielo una avioneta sobrevolaba anunciando: “¡A toda altura de la carpaaa!!! ¡Las Águilas Humanas y sus trapecios voladores!!!”.

Era verdaderamente sorprendente y desde ya un espectáculo en sí mismo el revoloteo del aparato, mientras los vecinos miraban y escuchaban esa voz que venía desde el aire –de los altoparlantes colocados en el avión– anunciando una mágica noche de circo.

 

El circo se reformula.

Como hemos comentado alguna vez, eran tiempos en que no se atendía la cuestión ecológica, y no se pensaba que se estaba “explotando” y maltratando a los animales y que debía actuarse de modo tal de contribuir a la conservación de las especies. Por eso venían con leones, monos, elefantes, caballos, tigres, osos… La movida de prohibir la presencia de animales en esos espectáculos comenzó en México, y nuestro país se sumó no hace tanto tiempo. Lo cierto es que los circos debieron adecuarse y al reformularse y ya no hubo animales… pero sí continuaron los artistas que forman parte de un elenco singular. Y así siguen los trapecistas, acróbatas, magos, malabaristas, y los intrépidos motociclistas que se meten en “el globo de la muerte”.

 

Menos que un kilo de carne.

Desde este viernes se está presentando en Santa Rosa el Cirque XXI, que va a permanecer por aquí –en terrenos de la Rural– por un par de semanas. Una visita al lugar permitió ver que las entradas se vendían con prontitud, y que mucha gente iba a retirarlas a un precio que, la verdad, en estos tiempos, no aparecen inaccesibles. “Es que el que viene y ve el cartel de lo que cuestan no puede sorprenderse, porque vale menos que un kilo de carne”, apunta Sebastián, uno de los encargados del armado de la carpa y todas las instalaciones. Él es quien –además– va dando las órdenes a la treintena de operarios que trabajan armando lo necesario para la presentación. “Lleva dos o tres días dejar todo en condiciones, pero aquí tratamos de apurarlo porque no llegamos con los tiempos”, agrega el hombre.

 

Legado familiar.

Sebastián López –sentando en una de las plateas ya armadas– iba dirigiendo todo para llegar a la noche y que la pista estuviera lista para la primera actuación. “Somos varios de la familia vinculados al circo… Soy cuarta generación de parte de padre y quinta generación de parte de madre, así que, bueno, tenemos una trayectoria. Como todo ha ido evolucionando y adaptándose a cada momento de la historia, y es fantástico poder continuar con este legado”, señaló.

 

Historia de amor.

Cuando cronista y fotógrafo se acercaron el viernes por la mañana a la carpa ubicada en el predio ruralista, en Avenida Spinetto, vieron muchos vecinos llegando para adquirir su entrada. Entregando los boletos estaba una jovencita… Y no podía menos que llamar la atención y provocar ternura verla en esa tarea mientras amamantaba a su bebé.

Y contó Sebastián: “Ella es Yamila, es la trapecista; su esposo Gabriel hace malabares con los pies, y el niño se llama Batista, y creo tiene siete meses… Sí, es una familia que como tantas nació y se cría en el circo”, señala.

Y agrega: “Ahora a las 3 de la tarde hay ensayo general, y mientras Yamila va a ir hasta lo alto de la carpa para practicar su número, su esposo se quedará cuidando el niño al borde de la pista”.

“Es bastante común que haya mujeres que trabajan embarazadas hasta los 4 ó 5 meses, después dejan, tienen el niño y luego de algunos días vuelven a estar colgadas de los trapecios. Ahora mismo Yamila también está cobrando entradas porque aquí todas las familias hacemos un poquitito de todo por una cuestión de también estar activos. Es la vida del circo… la que nos gusta”, completa.

 

24 años de gira.

Después Sebastián, mientras supervisaba los trabajos que se llevaban adelante, explicaba que “este circo se generó en el año 2000, con la salida del circo del Parque de la Costa. Tuvimos que sacarlo del parque y lo pusimos en una carpa movible, y ahora ya hace 24 años que andamos en gira por todo el país. Pero también hemos estado en paises limítroffes como Chile y Uruguay; pero Argentina es tan grande que da para recorrerla todo el año. En este tiempo pudimos hacer dos temporadas en el Hotal Conrad en Punta del Este, y también estuvimos en Ushuaia, en Punta Arenas y en todo el sur del país”.

Ahora mismo Cirques viene de General Acha… “Hacía mucho que no andábamos por ahí… Veníamos de Cipolletti donde nos había ido muy bien y nos quedamos más de un mes. En Santa Rosa vamos a estar poquitos días, porque se nos viene la temporada de vacaciones de invierno en Buenos Aires, y andamos con el tiempo medio justo”.

 

Caravana nómade.

Cuando le comentamos a Sebastián que recordamos por aquí la llegada de grandes carpas, con artistas y muchos animales, explicó que a ellos ya les agarró “la ola ecológica de circos sin animales, directamente arrancamos así, y fuimos de los primeros en el país. Fue una manera de volver a las fuentes con algo más teatral, porque antiguamente estaban mezcladas las dos cosas, e incluso se podían ver bonitas obras en el circo”.

“¿Cómo vivimos? Sí, lo típico… cada familia en su carromato. En mi caso somos cuatro, mi esposa Melisa, y dos niños. Ahora ninguno de los dos actuamos, pero lo hicimos antes, ella en el trapecio, haciendo equilibrio, acrobacias, y en mi caso con la comicidad. Sí, era payaso. Pero hace más de 10 años más o menos que hemos dejado todo”.

La troupé del Cirque XXI se mueve en 15 semi remolques con 13 casas rodantes chiquitas, cada uno con sus camiones. Es una caravana que se va moviendo todo un tiempo para instalarse cada tanto en alguna ciudad y ofrecer ese espectáculo fantástico que sólo puede brindar un circo…

 

Para toda la familia.

Sebastián en la charla se refiere con pasión a la actualidad. “Te decía que no está la atracción que eran los animales, pero sigue habiendo trapecistas, malabaristas, acróbatas, payasos, magos, el globo de la muerte… Tenemos un programa muy variado para toda la familia, con un espectáculo que dura 1 hora 45, 1 hora 50 minutos”.

Precisó que estarán en Santa Rosa por un par de semanas, con funciones sábados y domingos a las 17 y a las 20 hora… La verdad es que el circo es magia pura… Es uno de los pocos espectáculos que va a seguir manteniéndose porque es familiar, porque no quedan tantos para la familia. Va a seguir en pie durante mucho tiempo”.

Admitió que no tener más animales fue un golpe para la actividad, y “muchas grandes empresas de Argentina cerraron y no volvieron a abrir. Solo pudieron subsistir aquellos que se reinventaron de nuevo con el circo y volvieron a hacer una cosa totalmente distinta”.

 

Barco lleno de animales.

Recordó su historia familiar, y señaló que ya sus tíos abuelos, “de parte de mi madre, tuvieron uno de los circos más grandes que hubo acá en la Argentina, que se llamó el circo de Dino Bros. Cuentan que mi tío en los años ‘60 trajo un barco directamente del África con montones de animales, hipopótamo bebé, jirafa bebé, elefante bebé, monos, tigre… En ese circo se filmaron películas en las que participó en una Sandro y en otra el Gordo Porcel”, puntualizó.

 

Alegrías y tristezas.

“¿Cómo es cuando la carpa está llena y se encienden las luces? Es algo único, fantástico…”, se le ilumina el rostro cuando cuenta. Pero también el hombre de circo sabe de malos momentos: “Y sí, suele ser ingrato, porque es mucho trabajo armar todo el circo y que no esté repleto en su capacidad… Pero se entiende que a veces lamentablemente las cuestiones económicas no ayudan. Por ahí alguien piensa que una entrada es cara y en realidad es muy barata… hay algunas que valen menos que un kilo de carne”, argumenta.

Está claro que mantener semejante estructura también tiene sus costos: “Es así… acá mismo, donde estamos sentados (butacas en la platea), esto fue traído de Italia porque aquí no se fabrica, la carpa es mexicana, las estructuras son italianas… No es barato mantener esta infraestructura, pagarles a los artistas que trabajan con un sueldo o a comisión… por eso creemos que el precio de las entradas es muy barata…”, razona.

 

Esos recuerdos.

Lo cierto es que el circo está en Santa Rosa, con su colorido, con su fantasía, con las lentejuelas de sus artistas y las luces iluminando desde lo alto de la carpa.

Han pasado muchos años y los recuerdos de aquellos otros circos están allí, cercanos, admirablemente presentes. Y a algunos nos retrotrae a aquellas épocas cuando las jaulas con tigres, leones, monos y otras especies eran traídas en vagones del ferrocarril y asistíamos con alegría y entusiasmo a lo que ya de por sí era un exhibición gratuita y podíamos ver en vivo y en directo.

Pero el tiempo lo cambió todo radicalmente… los circos no traen más animales. Y lo que es peor, ya no hay más trenes.

 

Una historia para ser contada.

Suele pasar… se conocen muchas historias como esas. Esto es que algún integrante de la troupé se enamore de alguien de una ciudad y queden lazos que se extienden en el tiempo. O que personas que estuvieron circunstancialmente vecinas a la carpa de un circo que ha llegado, se incorporen a esa caravana nómade para irse a rodar por el mundo.

Y aquí hay una historia que no muchos conocen. Hasta no hace mucho vivió en Santa Rosa la señora Eudora Idalina Villalba de Camiletti . Dos apellidos conocidos: el primero correspondía a uno de los propietarios del “Circo de los Hermanos Villalba”; y el otro de una familia de muchos integrantes y muy conocida en esta ciudad.

Eudora era la hija de Pablo Villalba (peruano) y María Barrera (chilena), la familia propietaria de esa pista que sería famosa como el “Circo de los Hermanos Villalba”. Nada más, ni nada menos…

Eudora fue en sus tiempos “Miss Yoya” en el circo donde actuaba como trapecista. Alguna vez contó en este diario que “era una compañía que llegó a ser muy grande. Porque supo tener dos aviones, camiones y carromatos. Había perros, caballos, elefantes, pumas, leones, camellos y hasta jirafas. Recorrió Sudamérica, Uruguay, buena parte de Chile, Brasil y por supuesto toda la Argentina.

El circo llegó por primera vez a Santa Rosa en 1943, y siguió viniendo hasta 1978, hasta que dejó de existir. Cuando hacía el bando general (el desfile por las calles antes del debut), llevaban todos los animales, Eudora con su hermana iban haciendo trapecio, y estaban también los malabaristas, los payasos, los carromatos y todo encabezado por la banda de Juan Mecca.

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