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El destripador de China, el asesino serial que mató a 13 mujeres y cayó por la única víctima que pudo escapar
Entre 1991 y 1996, Li Wenxiang aterrorizó a la sociedad de Guangzhou. Hoy, figura entre los homicidas más despiadados de la historia de Asia.
Durante cinco años, un misterioso asesino serial recorrió las calles de Guangzhou, al sur de China, y aterrorizó a la población. Sus víctimas eran siempre mujeres jóvenes -la mayoría trabajadoras sexuales- y su firma era inconfundible: mutilaba los cuerpos, y los abandonaba en basurales, patios traseros o al costado de alguna ruta desierta. Nadie sabía de quién se trataba, hasta que una de ellas vivió para contarlo.
El asesino era Li Wenxiang, un obrero que nació en 1952 en la provincia de Guangdong. A los 39 años, decidió dejar su pueblo natal en busca de nuevas oportunidades en una ciudad que crecía rápidamente por las reformas económicas.
En sus primeros años en Guangzhou, vivió en departamentos precarios y tenía trabajos informales. Además, no tenía amigos cercanos y no estaba en pareja. De acuerdo a lo que declaró una vez detenido, fue en ese contexto de soledad en donde, a partir de una mala experiencia, nació su odio.
Wenxiang relató que un día había acordado un encuentro con una trabajadora sexual. Sin embargo, a pesar de haber llegado a un arreglo, la mujer lo estafó y nunca más la volvió a ver. Este hecho lo marcó profundamente y su visión por las mujeres -especialmente por quienes ejercían la prostitución- se volvió violenta.
Poco a poco, este rechazo se convirtió en un oscuro resentimiento que lo llevó a cometer los crímenes más escalofriantes de la historia de China.
Los crímenes
El 22 de febrero de 1991, Li se encontró en una habitación de hotel con una prostituta de 23 años. Una vez en el lugar, el hombre la encerró, abusó de ella y luego la mató a golpes. Sin embargo, no fue suficiente para él, ya que después mutiló sus genitales.
Tras el crimen, Wenxiang dejó el cuerpo en un descampado, cerca de un basural. Ese fue el comienzo de una serie de asesinatos que ese año se repitieron al menos cinco veces.
En todos los casos, las víctimas eran mujeres jóvenes, vulnerables, que desaparecían sin dejar rastro hasta que alguien encontraba sus cuerpos en las afueras de la ciudad.
Los medios locales hablaban de un “monstruo suelto” y la policía, sin pistas claras, no lograba avanzar en la investigación para dar con su paradero.
A mediados de 1991, los crímenes dejaron de ocurrir de manera repentina, por lo que los investigadores creyeron que el homicida podía haber muerto o estar preso por otro delito. Sin embargo, los asesinatos volvieron a repetirse más adelante con el mismo modus operandi.
En total, entre 1991 y 1996, asesinó a 13 mujeres. A algunas las atacó con un martillo y a otras las estranguló con sus propias prendas. Siempre las violaba antes y luego atacaba sus cuerpos.
El caso dio un giro inesperado en noviembre de 1996, cuando una mujer logró escapar de Li Wenxiang durante un ataque. La víctima hizo la denuncia y días después, cuando la policía detuvo a varios sospechosos, ella lo identificó en una rueda de reconocimiento.
Inmediatamente, el hombre fue detenido por la policía de Guangzhou y no se resistió durante el interrogatorio. Con suma frialdad, confesó su autoría en los crímenes y dijo que lo había hecho por odio y que no se arrepentía. Además, afirmó que había elegido a sus víctimas porque para él “no valían nada”.
La confesión estremeció a la sociedad china y el caso llegó a tener un alcance nacional. Durante el juicio, que inició el 18 de diciembre de 1996, se supo que había planificado algunos ataques con semanas de anticipación, que elegía a mujeres solas y que conocía bien las zonas donde descartaba los cuerpos.
Un tribunal popular lo declaró culpable y fue condenado a pena de muerte por los delitos de homicidio, abuso sexual y robo.
La ejecución se realizó poco después, en un acto público y sin mayor cobertura mediática, motivo por el cual no hay muchas fotografías disponibles del asesino.
Hoy, casi tres décadas después, su historia sigue apareciendo en recopilaciones de los asesinos seriales más peligrosos de Asia como el caso del «destripador de Guangzhou”.