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El legado que dejó “Locomotora” Oliveras: el ring en un pueblo de Santa Fe que aleja a los chicos de la calle

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Un gimnasio que alguna vez impulsó a la campeona mundial volvió a abrir con el mismo objetivo: transformar el boxeo en una herramienta para contener, guiar y abrazar a los chicos más necesitados.

En un rincón del Barrio Alfonso de Santa Fe, sobre la calle Roque Sáenz Peña al 1753, todavía se escucha el eco de los guantes golpeando la bolsa. Es el mismo lugar donde Alejandra “Locomotora” Oliveras entrenó para sus últimas peleas y sembró la semilla más importante de su legado humano: la esperanza.

Aunque hoy la Locomotora ya no está, ella sigue viva en el gimnasio que fundó con una misión clara: alejar a los chicos de la calle y acercarlos al deporte.

El lugar, que alguna vez soñó como refugio para jóvenes vulnerables, volvió a abrir sus puertas este año bajo la conducción de Saúl Cicurella, quien se encargó de refundarlo y mantener intacto su espíritu social.

“No la conocí personalmente, pero siento su presencia en cada rincón. El gimnasio lleva su nombre en la memoria colectiva del barrio, aunque hoy se llame Beijing Shindong, una expresión interpretativa del coreano que alude al camino del guerrero. Ese mismo que Alejandra supo recorrer con cada golpe”.

Un lugar donde se sueña con los puños

En el gimnasio se dictan clases de artes marciales (como Sipalki Do, King Boxing y MMA) y entrenamiento funcional para todas las edades.

Con una lógica distinta a la de cualquier centro de entrenamiento convencional, no apunta a perfeccionar una técnica o lograr un estado físico ideal sino al fortalecimiento del espíritu para la vida.

(Foto: Instagram)
(Foto: Instagram)

“No es un gimnasio más. No venís, entrenás y te vas. Acá hay chicos que salen del colegio y caen directamente. Se quedan, juegan, charlan, toman algo. Lo empiezan a sentir como propio”, contó Saúl.

Y agregó: “Hoy tenemos un promedio de 30 personas por día. La gente del barrio se vuelve a acercar porque reconocen en este lugar una historia que les pertenece”.

El ring que dejó la Locomotora: un legado que sigue en pie en Santa Fe

“Ella entrenó acá para sus últimos combates. Fue su lugar. Y cuando se fue, dejó materiales, dejó una impronta”, reveló Saúl, el actual responsable del espacio.

En ese contexto añadió: “Nosotros recogimos ese guante y seguimos adelante con la misma línea social. No contamos con los recursos que ella tenía para sostenerlo, pero luchamos todos los días para mantener este lugar abierto, porque sabemos lo que significa para el barrio y para los chicos que lo sienten como propio”.

(Foto: Gentileza de Saul a TN)
(Foto: Gentileza de Saul a TN)

El puño como verdad

El gimnasio actual adopta una fuerte simbología de las artes marciales coreanas, disciplina que Saúl practica desde su infancia. El nombre del gimnasio «Beyeong Jin Do» no tiene una traducción literal, pero puede entenderse como “la búsqueda del verdadero camino del guerrero”. Y en esa búsqueda, el puño tiene un significado profundo.

En cada golpe hay una verdad. Así como un escritor plasma su alma con una pluma, nosotros lo hacemos con los puños. Ahí están encerrados los sueños, los miedos, las esperanzas y las heridas de quienes pelean. Alejandra fue una mujer que peleó siempre con la verdad en sus manos. Por eso, más allá de los títulos, es una referente humana”, refelxionó Cicurella.

En la entrada del gimnasio aún se pueden ver los puños moldeados de la Locomotora, como un sello imborrable de su paso. Pero más allá del símbolo, lo que sigue presente es su filosofía: dar sin pedir, abrir puertas donde otras se cierran, y usar el deporte como herramienta de transformación.

(Foto: byeong.jin_do/Instagram)
(Foto: byeong.jin_do/Instagram)

Una lucha que continúa

El lugar fue cerrado, reabierto, cerrado nuevamente y ahora, gracias al impulso de Saúl y un grupo de colaboradores, volvió a abrir sus puertas en febrero.

Esto no es un negocio. Es un proyecto con fines sociales. Pero sin recursos es difícil sostenerlo. Por eso necesitamos de todos: del barrio, de los que creen en estos espacios, de quienes alguna vez fueron salvados por un ring o un par de guantes”, afirmó.

Porque no todos los combates se ganan sobre un ring. Algunos se ganan con constancia, otros con amor, y muchos simplemente con estar.

Siempre digo que estos lugares son refugios de sueños. Para esos chicos que no tienen nada, que llegan desde la calle o la escuela con el corazón roto o los bolsillos vacíos, pero que acá encuentran una razón para quedarse. Para soñar con ser campeones, no solo del deporte, sino de su propia historia“, comentó.

Y así, mientras los golpes resuenan en las paredes del gimnasio, el corazón de la Locomotora sigue latiendo. Ya no en el plano físico pero sí como una fuerza simbólica que impulsa a pelear siempre por un futuro mejor.

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